En algún momento de nuestra vida todos hemos tenido un crush, esa persona que nos hace soñar, ya sea un famoso de la televisión o un compañero de clase de la secundaria. Pero, ¿qué ocurre realmente en nuestro cerebro cuando sentimos esa fascinación? ¿Qué provoca que idealicemos a alguien inalcanzable, alguien que, en muchas ocasiones, ni siquiera conocemos?
La respuesta está en la química de nuestro cerebro. Cuando nos sentimos atraídos por alguien, el cerebro libera dopamina, la famosa «hormona de la felicidad». Es como una droga, pero en el sentido más saludable, ya que el cerebro se siente «premiado» al imaginar ese deseo cumplido, aunque muchas veces no sea posible.
Ahora bien, cuando estamos verdaderamente enamorados, la historia cambia. El cerebro comienza a liberar oxitocina, una hormona vinculada con el apego y la confianza. Sin embargo, este proceso no ocurre con un crush al que no tenemos acceso real.
Preguntando a un amigo ¿Qué entiende él por crush? Su respuesta fue clara: «Un crush es, para mí, esa persona completamente inalcanzable, como una cantante famosa o una actriz impresionante.»
Pero ¿Qué pasaría si esa estrella famosa le hiciera caso? Su respuesta fue casi inmediata: «Me dejaría perplejo, pensaría que no es un escenario real y, en el fondo, estaría emocionado y excitado.»
La fascinación por el crush se convierte en una fantasía tan intensa que, cuando el deseo parece estar a punto de cumplirse, todo se vuelve más emocionante de lo que es en realidad.
Pero no todos los crushes tienen el mismo impacto. Al preguntarle a un compañero de trabajo sobre su interpretación de este fenómeno, él respondió desde otra perspectiva: «Yo creo que un crush es alguien difícil de impresionar, incluso si se trata de una persona famosa.»
¿Qué haría si esa persona se fija en él? «Me pondría nervioso, tartamudearía, y no podría creer que esté pasando.» En este caso, la admiración se transforma en inseguridad, porque el deseo de lograr lo «imposible» puede llevarnos a sentirnos inseguros frente a lo que parecía un sueño hecho realidad.
En general, se dice que los crushes no duran más allá de un año. Esto tiene una explicación científica. Después de este tiempo, la interacción en el cerebro se diluye, y la ilusión comienza a desvanecerse.